IZQUIERDA NACIONAL
Periódico Digital del Partido de la Izquierda Nacional de la Argentina

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Marzo de 1998 Director: Jorge Enea Spilimbergo


SE FISURA EL CERCO CONTRA IRAK, PERO LOS EE.UU. QUIEREN GUERRA

Bagdad apostó fuerte y sacó a luz el conflicto entre los "aliados"

La amenaza de una intervención militar yanqui contra Irak sigue pendiente a pesar del acuerdo por el cual Bagdad readmitía a los llamados observadores de la ONU. Es que este acuerdo significó una derrota diplomática para EE.UU., que no puedo recomponer la coalición de 1991, a fin de armar una segunda Guerra del Golfo.

Esta vez, Francia y Rusia se negaron a secundar la empresa, al igual que China. Las razones de Europa (exceptuando al laborista Tony Blair) no son precisamente humanitarias. Por un lado, la pérdida del mercado iraquí evapora jugosos negocios, muchos de ellos ya concertados, que entrarán en vigor cuando se levante el bloqueo. Por el otro, la presencia militar de EE.UU en el Golfo amenaza con obturar la principal corriente por donde fluye el petróleo, controlando y aún bloqueando los suministros de Europa continental y Japón. Dos razones mayúsculas para abrírsele a los EE.UU.

A esta contradicción se le suma la resistencia del bloque de países árabes que ahora cierran filas (¡incluido el propio Kuwait!) contra toda posible intervención militar. ¡Queda sólo Israel como peón norteamericano!

Teóricamente, al menos, EE.UU. en un acto de suprema prepotencias, podría atacar solo con bombardeos de demolición. Pero ni siquiera le resulta fácil el desafiar tan abiertamente el sistema internacional. Declaraciones públicas de Clinton y sus voceros oficiales desnudaban el propósito central del imperialismo yanqui: derrocar a Saddam Hussein y reemplazarlo por un régimen títere. Mas para ello no basta con bombardear, por enormes que sean los daños humanos y materiales: hay que ocupar territorialmente y eso significa ataúdes retornando a la patria con muertos norteamericanos. Claro, en proporción de uno a cincuenta (o cien) respecto a los cadáveres enemigos. Pero un yanqui muerto pesa más que cincuenta o cien asiáticos, y eso, la sociedad norteamericana no lo toleraría. Aún prevalece el síndrome de Vietnam. Según encuestas, un 87 por ciento del pueblo imperial aprobaba los bombardeos a Irak. Pero la sangre propia es otra cosa.

Tales son los múltiples obstáculos que bloquean la solución militar. ¿Por qué sueña con ella el gobierno de Clinton? Por la sencilla razón de que le ha fracasado el otro camino, el de promover el derrocamiento desde adentro del régimen de Hussein. El conocido camino de los servicios de inteligencia, las operaciones encubiertas, el asesinato y el soborno. La reciente descalificación de los documentos de la CIA sobre Cuba de principios de los años sesenta ha oficializado paladinamente el tema. El Estado norteamericano es el primer Estado terrorista. Sin embargo, esos métodos han chocado con la solidez del frente intento irakí, como en su momento ocurrió respecto a Irán. Solo quedaba el recurso de la intervención militar, aún no descartable, pero en extremo conflictiva.

La jugada del gobierno iraquí fue un acierto táctico que sacó a luz e hizo funcionar las fisuras actuales de la coalición de 1991, aislando diplomáticamente a EE.UU. La readmisión de los observadores lleva el acuerdo implícito de poner un término a las sanciones por tiempo indefinido. Esas sanciones sine die eran para Washington el instrumento para derrocar al gobierno iraquí. Ahora Rusia y Francia han prometido otra cosa; es la cláusula secreta del acuerdo, De ahí que EE.UU tasque el freno y se libre a iniciativas irracionales como la de exigir la inspección del palacio presidencial de Bagdad, donde, como se sabe, Saddam atiene escondidas varias bombas de hidrógeno bajo su escritorio.

Otras consecuencias del conflicto merecen destacarse. Por un lado, ante la opinión pública internacional ha quedado en evidencia el genocidio que significa el bloqueo a Irak, con más de un millón de muertos civiles como saldo. En segundo lugar, se puso de manifiesto la cínica duplicidad del Consejo de Seguridad, cuando moviliza dispositivos militares para obligar a Irak a cumplir sus resoluciones, y tolera olímpicamente que Israel ignore las que le conciernen; por ejemplo, la 648 ordenando desnuclearizar a Irak y demás países de la región (¡incluido Israel!) o la 240, que ordena a Israel a evacuar los territorios ocupados. El cinismo de esta doble contabilidad es clamoroso.

Especial mención merece la servil actitud del presidente Menem, quien se apresuró a afirmar que nuestro país enviar tropas de combate, si las Naciones Unidas así lo resolvían. Sin duda Menem, para emplear la feliz expresión de la señora Fernández Meijide, es del palo de Clinton; pero el pueblo argentino es más bien del palo de San Martín y Bolívar.

Como se sabe, sólo el congreso puede autorizar el envío de fuerzas militares al exterior, y deberemos movilizarnos para exigir que defienda esa prerrogativa rechazando cualquier tentativa de sumarse a la agresión contra Irak, si el caso se presenta.

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